"EL ESPÍRITU DEL AHOGADO"
RELATO DE EL CORTIJO,(TRUJILLO)Recopilación de Luis F. Rodríguez López,Profesor de la Facultad de Educación de la
Universidad Nacional de Trujillo, 1989
Universidad Nacional de Trujillo, 1989
Uno de los sábados, Abanto fue a
visitar a su tío y le ocurrió algo insólito:
En efecto, su tío le refirió que
ciertas noches el ganado se inquietaba mucho, posteriormente debido a la
presencia de los ladrones, por lo que debería estar alerta para impedir
cualquier incursión de esa mala gente. Por la noche de aquel día, Abanto se acostó
temprano; pero a eso de las 2 de la mañana sintió el alboroto del ganado. Sigilosamente
se vistió y tomo la escopeta y la linterna. Abrió la puerta falsa y se dispuso
a salir; pero, como la luz de la luna dibujaba claramente las siluetas de los
animales, dejó la linterna y solo cogió el arma. Con la debida precaución
avanzo hasta donde estaba el ganado, que seguía muy inquieto; entonces rápidamente
se agacho para no ser visto por el presunto ladrón. No obstante, de pronto
observo el espectro de un hombre que trepo la tapia. El joven se quedó estupefacto,
sin saber a que atinar. En esos breves segundos se olvidó del arma y vino a su
memoria algún lejano informe acerca de leyendas de ahogados.
Sobre la tapia, la silueta brumosa
fisgaba por todo lado. De repente el ganado, que estaba todo amontonado y en
desorden, se abrió de tal modo que dejo un callejón en medio del cual quedaron
enfrentados el espectro y Abanto. Sin pensarlo dos veces, el joven trepo la
cerca opuesta y corrió en cualquier dirección, perseguido por el ahogado. En su
loca carrera avisto el empoce, cuyo diámetro era aproximadamente de 3 metros y
que en esa circunstancia tenía poca agua. Zambullese en él y comenzó a echar
agua al “ahogado” con las manos para evitar que lo alcanzara. Mientras, solo el
rostro no le pudo ver.
La lucha era incesante, porque el
espectro, de todas maneras, trataba de coger al joven, quien hacia todos hacía para
evitar que la maligna figura pudiera entrar al pozo; aun así, en ocasiones los
brazos de su enemigo llegaban a rozarle el rostro.
Por fin dio la amanecida y con el
nacimiento de la alborada, desapareció el ahogado. El joven Abanto llegó
totalmente mojado y agitado a su casa. No dio ninguna explicación; únicamente se
cambio de ropa y se metió a la cama. Un resfriado de dos semanas siguió a la
terrible experiencia de aquella madrugada. Abanto pensó que si refería el suceso
nadie le creería; por eso prefirió callar durante 9 largos años, hasta que, en
1958, lo dio a conocer.
Con el paso del tiempo, la leyenda
del ahogado pervive solo en algunas personas; pues donde estuvo la laguna, el
pastizal y los sauces, hoy se yergue una moderna urbanización. Donde había silencio
y oscuridad, ahora se levantan los signos de la civilización.
“Los ahogos no solo se producen
en el mar, sino también en ríos, acequias, lagunas o simples empoces, como en
este relato, en el que se advierten los siguientes elementos: el; grito del
ahogado, que si es muy fuerte significa que esta lejos y si es débil, está muy
cerca, cuando al gritar o golpear puertas y ventanas no logran su objetivo,
desaparece, aunque en realidad existen pocas versiones de que haya alcanzado su
propósito, su figura corresponde a la del ser humano, pero de perfiles brumosos.
No se observa la cara; pero las manos, dedos y uñas son largas y transparentes.
Puede aparecer o escucharse su voz apenas oscurece el día o en la media noche,
en lugares solitarios, junto al mar, rio o lago o sitio donde ocurrió el
accidente. Siempre le teme al agua, lo cual es aprovechado por la gente para
ahuyentarlo.”
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